El legado de Carlos Alonso

El pasado lunes 11 la capital maragata lloraba la muerte de Carlos Alonso, mítico quiosquero astorgano que sucumbía ante un cáncer después de varios años de lucha. Con 54 años deja a su mujer Mar, y sus dos hijos; Estela y Carlos con un profundo vacío, pero también lega a los astorganos una gran recopilación fotográfica que consiguió reunir durante varios años, con la ayuda de, precisamente, muchos oriundos que fueron depositando sus ‘viejas’ fotos en el ‘quiosco de Carlos’. El pequeño empresario había hecho un llamamiento para crear una gran base de imágenes antiguas. Él, coleccionista durante varias décadas, consiguió reunir 1.500 fotos de finales del siglo XIX y todo el XX que a cada instante cobran más valor.

Carlos no pedía demasiados requisitos, pero sí algunos. Evidentemente “fotos de nuestros abuelos, bisabuelos y demás antepasados todos tenemos, quien más quien menos posee un buen puñado de ellas. Esa no es la cuestión. La idea es que las imágenes reflejen lugares… calles, plazas, parques, edificios de toda índole, medios de transporte… fotos que den a conocer esos rincones de Astorga perdidos o enterrados bajo nuevas edificaciones”, me decía el propio Alonso a principios del año 2014, cuando ya llevaba unos meses pidiendo colaboración para ampliar el catálogo. Admitía imágenes de todas las épocas, de los años 80 hacia atrás, “aunque cuanto más antiguas mejor”.

¿Qué ofrecía a cambio de tanta generosidad ciudadana? Pues ni más ni menos que compartir todas las fotos que él había ido recopilando a lo largo de los años, y que además digitalizó, con todos los que lo ayudaron y colaboraron. Así que cualquier vecino podía tener una fantástica colección de fotos de Astorga con tan solo llevar un ‘pen-drive’ a su tienda. Logró congregar más de 1.500 imágenes que enmarcó en 21 categorías distintas: anuncios, Ayuntamiento y Casino, carteles, catedral y palacio, chocolate y mantecadas, comercio, ‘varios’, calles y edificios, fiestas, plaza del ‘León y el Águila’, maragatos, muralla y jardín, música, personajes, Plaza Mayor, prensa, programas de mano, Semana Santa, Seminario y Cuartel militar, toros – deportes, tren y vehículos. Un profundo repaso a la historia de una ciudad y sus gentes a lo largo de un siglo de vida.

Se puede ver la Plaza Mayor, con sus viejas casas circundando el Ayuntamiento, el mercado de los martes, con los burros al lado de los puestos esperando para cargar de nuevo la mercancía. El viejo Centro de Salud e Higiene, con su fastuoso jardín, o la primera fuente morisca del jardín de la Sinagoga. Fotos del barrio de Puerta de Rey o San Andrés con las casas de adobe y las calles hechas un camino de cabras. Fotos que llaman poderosamente la atención como las obras de construcción del palacio de Gaudí; o de la catedral sin una de sus torres, derruida tras el terremoto de Lisboa de 1755 y que hasta el año 1965 no pudo ser levantada de nuevo. Paisaje y mucho paisanaje: curas, obispos, militares, seminaristas y primeras promociones del instituto, plañideras de Semana Santa, políticos… momentos históricos, como la visita del rey Alfonso XIII a la ciudad. Un completo retrato de la vida pública y en algún caso privada, de los astorganos. Un trabajo que supone la mayor recopilación histórica de imágenes de la bimilenaria urbe, y de la que disponen un buen número de vecinos.

Carlos no tendrá reconocimientos públicos, su efigie no decorará la pared del salón de plenos del Ayuntamiento. Carlos no quedará reflejado en los libros de historia, ni se harán jornadas para hablar de su trabajo. Pero él sí consiguió algo más importante. Conectó con la gente, hizo felices a varias generaciones de chavales, cosa que no consiguieron ni los Panero ni los Gullón, escribió una página preciosa del centro de la ciudad con su quiosco, y además legó algo real y gratuito a los astorganos, la propia historia de su ciudad. Yo me quedo con eso. Tal y como él decía, “necesito fotos la época romana, sobre el siglo II d. C, si alguien las tiene que me las pase”.

El ‘bolo’ astorgano del señor Torrente

¡Americanos, os recibimos con alegría! Cantaban los habitantes de la pequeña localidad de Villar del Río, lugar al que iban a llegar los diplomáticos estadounidenses con el Plan Marshall bajo el brazo. Un pueblo esperando la comitiva con sus mejores galas, alentados por el alcalde, genial Pepe Isbert, ‘malmetido’ por el no menos grande Manolo Morán, quien parecía tener la clave para recibir a los americanos como se merecen. Un Ayuntamiento pidiendo a los parroquianos salir a la Plaza Mayor para recibir tan esperada corte.

Pues bien señores, toda esta ‘berlanguiana’ escena me ha venido rápido a la cabeza al leer la última nota de prensa del Consistorio astorgano, que anima a los ciudadanos a salir a la Plaza Mayor este sábado a las cinco de la tarde (ya tienen plan) para recibir como se merece a… Torrente Torrente, bueno, perdón, Santiago Segura, popular actor y director (aunque yo hablaría de colaborador de programas de televisión como su principal ocupación) que este año es premio de honor del Festival de Cine de Astorga, que cumple 20 años. Me decía una compañera periodista que la escena, con el gentío en la plaza esperando la llegada en descapotable del ilustre invitado, es tan paleta como la de la mítica película de Berlanga, aunque yo creo que es aún peor. Primero porque la cinta del director valenciano era eso, una peli, y en segundo lugar porque los habitantes de Villar del Rio no tenían ni idea de lo que realmente iba a suceder. Salir a recibir a Santiago Segura… hombre, una cosa es darle el premio de honor, el cual creo que no merece (al menos por ahora), y otra recibirle como si fuera el Papa de Roma.

Sinceramente, me da un poco de pena que para el 20 aniversario de este festival, que todo sea dicho se ha convertido en uno de los mejores de España en su categoría, se haya elegido al señor Segura, quien hizo una peliculita llamada Torrente, que, eso sí, tenía cierto interés y que consiguió reventar la taquilla, y posteriormente añadió otras cuatro (creo) convertidas en videoclips, sucesión de gags sin gracia, y reguero inagotable de ‘cameos’ con lo más casposo del país. Actor con maneras cuando le dan un buen guión y lo antes dicho; colaborador tertuliano de programas varios (demasiados). Y es que toda comparación es odiosa pero a veces necesaria. Hablamos de otros premios honoríficos en Astorga y vemos a José Luis Cuerda, Jaime Chávarri, Elías Querejeta, Carlos Saura, Mario Camus, Basilio Martín Patino, Fernando Colomo, Javier Fesser, Montxo Armendáriz… puf, ¡¡sonroja, eh!! Me parece que hay bastante gente aun que debería estar en este vigésimo certamen recogiendo el trofeo, antes que Santiago Segura.

Lo que ya me descuadra del todo es que por primera vez en el evento (y creo que en todos los similares que pueblan la geografía patria) el premio de honor lleva aparejada una dotación económica. Nada menos que 2.500 pavos de vellón que se va a llevar el actor madrileño por venir a por su búho de Gaudí. Total, que nos quedamos sin saber si el bueno de Segura viene por el reconocimiento o por la pasta. Está complicado averiguarlo. 2.500 por estar 24 horas en Astorga más bien parece un bolo que un homenaje. El viaje, la estancia, las dietas… lógico que esos conceptos los abone la organización, pero soltar semejante cheque… me pregunto yo, ¿no hubiera sido mejor destinarlo a otras cuestiones, como aumentar la dotación de los premios? O ya poniéndonos muy españoles y mucho españoles, si le das esa pasta al intérprete de Torrente para que venga, porque si no, no viene, al menos no lo cuentes, coño.